lunes, 5 de julio de 2010

RECUERDOS DEL PENTA MENOR.

RECUERDOS DEL PENTA

UNA LECCION DE VALOR

Por: Lic. Pablo A. Carranza Ramírez (*)

Era un sábado del 71. El Penta menor se reunía junto a la Escuela Normal de Jalisco. Enfrente, la glorieta estaba llena de enormes pinos. Ahí estábamos formados los de la escuela de reclutas, con algunas semanas apenas.

Esa tarde, el comandante del grupo menor, Arturo Ortega (entonces sub-oficial) tomó el mando de nuestra sección. Corrimos, hicimos ejercicios de calentamiento y llegamos a la glorieta. Entones nos dijo: “vamos a aprender cómo se hace una rodada”. Varios de los reclutas hicieron “buuu” en tono de burla, como diciendo “eso ya lo sabemos”. El Sub se enojó y dijo: salgan los que se burlaron. Nadie se movió. Unos segundos de silencio y luego, un compañero que estaba junto a mí se para atrás y ostentosamente me avienta con sus dos manos en mi espalda. Arturo dice: venga para acá. Caminé hasta el frente de mis compañeros lleno de vergüenza pero más de indignación. El Sub me ordena: a ver, enséñenos cómo se hace la rodada. Estaba yo paralizado, no tanto de miedo, sino de coraje y haciendo un esfuerzo por no llorar le dije: Yo no fui.

Nunca supe si el comandante me creyó, pero simplemente me ordenó: vuelva a su lugar. Y nos dio una regañada a todos.

Con 10 años de edad ésta fue una lección para mí. Me di cuenta de que en mi grupo existían traidores que no solo te podían delatar, sino de que eran capaces de levantar falsos testimonios y calumniar. También, de que había algunos cobardes que avientan la piedra y esconden la mano (todos los que se burlaron amparados en el anonimato de la muchedumbre). Me sentí satisfecho con la actitud prudente del comandante: realmente el no tenía pruebas, más que la acusación teatral de aquel delator. Y, la verdad, yo no había sido.

Con el paso de los años esa generación de indisciplinados acobardados y sin carácter, se forjó. Pronto aprendimos que nunca debes delatar a un compañero a menos que su acción vaya en contra del grupo o de los ideales y que si cometes una falta debes decirlo y dar un paso al frente.

La unidad del grupo se fortaleció y cuando alguno cometía un error o una falta nos castigaban a todos porque nadie se rajaba. O si el culpable daba un paso al frente todos le seguíamos. Por uno pierden todos, decía Arturo. Los sargentos Acevedo, Facio, Olais, los hermanos Loza, Rosales de León, el teniente Valdivia y muchos otros nunca pudieron vencer la resistencia de la generación Godínez Tenorio. Fue legendaria nuestra camaradería, unidad y lealtad. Por algo de aquí surgieron jefes que formaron unidades y sub-zonas.

Cuando ya éramos cadetes y formamos las irreductibles Tropas de Asalto, Arturo debió sentirse satisfecho de nosotros, de cómo habían cambiado ésos que un día se burlaron y se escondieron. Y el traidorcito que me acusó falsamente duró muy poco. La mala hierba se hizo a un lado.

(*) Segundo oficial, egresado. Fundador de la Zona Colima.

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